La noticia: Keira Knightley actuará en una película de ciencia ficción, “Never Let Me Go”. La actriz de 23 años, nominada al Globo de Oro y al Oscar de la Academia por su interpretación de la inteligente y altiva protagonista de “Orgullo y Prejuicio” (2005) en una Inglaterra del siglo XIX, interpretará a Kathy H., una joven criada desde niña en un misterioso internado, alejada del mundo exterior, en una Gran Bretaña distópica. Sus únicos amigos son Thomas y Ruth (esta última interpretada por Carey Mulligan, quien fue también la hermana de Knightley en “Orgullo y Prejuicio”).
Poco a poco vamos descubriendo que todos en el internado son clones, nacidos y criados con el propósito de servir como donantes de órganos. ¿Suena familiar? En 2005 vimos una película sobre ese tema protagonizada por Ewan McGregor y Scarlett Johansson. “La Isla” se llamó.
Las historias tienen muchos elementos comunes. Ambas tratan de clones que son mantenidos aislados del resto de la humanidad. Ambas exploran la idea de cultivar estos clones con el propósito de utilizar sus órganos en personas enfermas. Pero en “La Isla”, los clones creen ser los últimos sobrevivientes de una catástrofe mundial, confinados en un refugio que en muchos detalles nos recuerda a “Fuga en el Siglo XXIII” (“Logan’s run”, 1976) o a “THX-1138” (1971), el primer largometraje de George Lucas. En lugar de ser sacrificados en un espectáculo público al cumplir los 30 años, los refugiados de “La Isla” participan en una lotería, cuyo premio es salir del refugio a una isla paradisíaca, el único lugar del mundo a salvo de la mortal contaminación. Las mujeres que logran ser embarazadas con inseminación artificial no necesitan participar en la lotería; al término de su embarazo son llevadas a la isla con sus bebés.
La anhelada isla resulta ser un engaño, ellos son en realidad “productos” cultivados a pedido para quienes pueden pagar el precio. Un multimillonario tendrá su hígado de repuesto cuando haya destruido el suyo por el alcohol y otros desmanes. Una pareja podrá tener su hijo sin las molestias de nueve meses de embarazo, con la madre sustituta perfecta. A los clientes no les han contado que los “productos” son seres humanos. Según la publicidad, son simples masas de tejidos mantenidos vivos mediante complejos sistemas biomédicos.
Otro es el caso de “Never Let Me Go”. En esta historia, los clones sí saben de su destino y son educados desde pequeños para aprender a aceptarlo. Kathy, en su vida adulta, trabaja como una de las “trabajadoras sociales” (“carers”) que acompañan a los clones en el final de sus procesos, cuando sus órganos van a ser cosechados y ellos van a “completarse” (un eufemismo para la muerte).
Que ellos entiendan su situación e incluso lleguen a aceptarla es lo que hace que esta historia sea diferente. Una tragedia terrorífica. Esa visión sombría nos aparta de la idea inmediata de estar frente a otra película que, como sus personajes, sea el producto de una clonación (No puedo decir lo mismo de “La Isla”, que resultó ser muy similar a una película de 1979 llamada “Parts, The Clonus Horror”, con la actuación de Peter Graves -“Misión Imposible” antes de Tom Cruise- y Dick Sargent -El segundo Darrin de “Hechizada”. La demanda instaurada terminó en un arreglo extrajudicial de siete cifras, en dólares).
No sólo por la original historia estamos a la espera de una buena película, ésta será dirigida por Mark Romanek, quien nos hizo aterrorizar con un introvertido Robin Williams en “One Hour Photo” (2002), y a cargo del guión está Alex Garland (“28 días después”).
La novela en que se basa el guión fue publicada en el 2005 por el escritor británico Katzuo Ishiguro (El mismo autor de la novela “Lo Que Queda Del Día” de 1989 que inspiró la película con la cual nominaron al Oscar a Emma Thompson y a Anthony Hopkins en 1993).
La novela fue nominada al prestigioso premio Booker de la Comunidad Británica y la revista Time la eligió como la mejor del año y la incluyó en su lista de las 100 mejores novelas escritas en idioma inglés de 1923 a 2005.
Casa perfectamente en la categoría de HSF y se la puedo recomendar a más de un realista recalcitrante.
Los clones de “Never Let Me Go” son personajes absolutamente trágicos, se han resignado a su destino convencidos de que éste es inevitable. El crítico de cine Roger Ebert se plantea la pregunta ¿Por qué se resignan estos personajes al trato que la sociedad ha determinado para ellos?
Según Ebert, a través de sus protagonistas, Ishiguro nos habla de nuestra propia sociedad, donde muchos son considerados poco menos que partes de repuesto: los trabajadores temporales, la mano de obra migratoria, los trabajadores ilegales en el primer mundo, los esclavos de un sueldo miserable e incluso los hombres-bomba suicidas.
Una respuesta desde la sociología no parece suficiente. Sin embargo, el último ejemplo, el de los hombres-bomba suicidas, nos da noticia de que estamos tratando con el concepto de los mártires. Nuestra tradición judeocristiana está cimentada en este concepto. No lo puedo expresar mejor que lo que lo hace Manuel Canga, Doctor en Ciencias de la Imagen, en su ensayo “El Martirio de San Bartolomé”.
Desde luego, la lectura de los textos que narran las peripecias de los mártires cristianos resulta escalofriante, porque nos devuelve la imagen de unos seres que no retrocedían ante las torturas más crueles y espantosas, que sabían mantenerse con firmeza aunque fueran condenados a tragarse toneladas de horror, sin levantar la mano para protegerse ni darse a la fuga. Porque el mártir es el testigo de la palabra, el que ofrece su testimonio consumado por la muerte en un acto supremo de caridad y fidelidad a Dios.
Manuel Canga, “El Martirio de San Bartolomé”, 2005
El Islam no sólo heredó del cristianismo los profetas del antiguo y nuevo testamento, sus facciones radicales se apropiaron también de ese sacrificio extremo que entrega hasta la vida misma por una creencia; por algo las palabras “once de septiembre” lo primero que traen a la mente no es el nacimiento de la dictadura en Chile. Hoy en día, Para nadie resulta extraño asociar a los mártires con el terror.
En 1960 se estrenó una película inglesa llamada “El pueblo de los Malditos” (“Village of the Damned”), basada en la novela “The Midwich Cuckoos” (1957) del inglés John Wyndham, más conocida por la post-apocalíptica “El día de los Trífidos” (1951). El cuco es un ave que siempre pone sus huevos en los nidos de otras especies, los polluelos nacen antes que los legítimos herederos y eliminan rápidamente la competencia. Por eso es común ver pajaritos pequeñitos alimentando agotados a un gigantesco y exigente polluelo.
En el pueblo de Midwich, Inglaterra, todas las mujeres en edad fértil resultan embarazadas simultáneamente y dan a luz unos extraños niños pálidos de cabello rubio, casi blanco. Estos niños tienen poderes síquicos con los que controlan a las personas y terminan convirtiéndose en una amenaza para la humanidad. Su mirada impasible nos aterroriza tanto como lo hizo la de Javier Barden en “No Country for Old Men” (2007).
En 1963 se realizó una secuela de esta película. Se llamó “Los Hijos de los Malditos” (“Children of the Damned”). Acá los niños no nacieron en un mismo pueblo sino en lugares distantes alrededor del mundo, son seis niños de todas las razas, tienen inteligencia muy superior a la normal y también poderes extraños. Al parecer están en un estadio evolutivo millones de años adelantado a su tiempo.
Son reunidos en Londres para ser estudiados y cuando intentan separarlos, los niños toman el control y ponen en jaque a sus captores. Se atrincheran en una iglesia abandonada, afuera todo el arsenal del ejército está a la espera de una señal del mando superior.
La frase central de esta película la pronuncia Paul, el niño nacido en Inglaterra, cuando les preguntan a qué han venido.
“A ser destruidos”, contesta con tranquilidad.
Un destornillador descuidado en una consola de mando cae sobre los controles y activa las bengalas. Los soldados abren fuego y destruyen la iglesia, con los niños en su interior, cumpliendo lo anunciado por el pequeño.
Aunque no es públicamente reconocida como una adaptación, la historia de esta segunda película tiene muchos elementos en común con una novela del británico Olaf Stapledon, escritor considerado el filósofo de la ciencia ficción.
La novela se llama “Juan Raro” (“Odd John : A Story Between Jest and Earnest”, 1935) y ahonda en la sicología de un joven producto de una mutación que lo hace tan inteligente que no se siente parte de la raza humana, a la cual considera de la misma categoría que al ganado. Juan Raro encuentra a otros como él y juntos construyen su nueva sociedad en una isla, lejos de la humanidad. Pero son perseguidos y finalmente deciden inmolarse y llevarse consigo su hogar y sus creaciones antes que permitir que caigan en las garras de seres inferiores.
Escuché a John decir que era tiempo de morir. Todos se levantaron y salieron, en parejas y en grupos pequeños y poco después se reunieron alrededor de la puerta de un edificio de piedra que debía ser su central de energía. Ng-Gunko atravesó la puerta, llevando a Sambo consigo. De repente hubo una luz cegadora y ruido y dolor, después nada.
Olaf Stapledon, “Juan Raro”, 1935
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarInteresante pelicula... espero que funcione, porque Romanek como director no me convence para nada.
ResponderEliminarlink de crítica al libro de Ishiguro:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-1496-2005-03-27.html
El tema parece interesante, pero más adecuado para un libro que para una película. El asunto es que ciencia ficción de corte existencial en una película es una cosa difícil. Si la distopia no se come la trama, entonces tienes unos personajes que no parecen contextualizados. Es el problema eterno de la ciencia ficción "seria". Aunque a mí sí me gustó One Hour Photo, pero me temo que como precedente no suma mucho a este caso.
ResponderEliminar