Estuve pendiente por algunos meses de la liberación en medio
digital de la Revista Próxima número 36, pues la distribución limitada a la
Argentina de su versión impresa hacía bastante difícil poder acceder a su
lectura por acá, en Colombia.
Este mes finalmente pude leer la revista que anunciaba incluir
la ciencia ficción colombiana. Para resumir, es un pequeñísimo abrebocas que lo
deja a uno con la curiosidad de averiguar si solo existen estas pocas
creaciones o si, por el contrario, hay un conjunto grande de obra de autores
colombianos que merezca la pena ser explorado.
Laura Ponce, además de ser la directora de la revista, es
colaboradora de ella como la escritora del guion de un cómic basado en un
cuento de Claudia Cortalezzi y como autora de un par de reseñas. Al abrir la
editorial, ella hace un guiño significativo a la novela
“Ímenez” del caleño
Luis Noriega, ganadora del premio UPC de 1999. Lo hace de una manera
contundente y genera en el lector un gran interés en ella. Este guiño es un
abrebocas para indicar que esta edición incluye un especial de ciencia ficción
colombiana, dentro de un plan amplio de todo el año 2017 dedicado a la ciencia
ficción en Latinoamérica.
Para aterrizar las expectativas es necesario entender que se
trata de una revista argentina orientada principalmente al público de ese país,
por lo cual no debe sorprendernos que de once contenidos (entre cuentos,
artículos y comics) solo seis sean de autores colombianos y que, de siete
ilustradores, cuatro sean argentinos. No debemos esperar un ejemplar dedicado a
Colombia sino uno que incluye, entre otros temas, una pequeña muestra de la
producción colombiana.
La Otra Portada
La participación colombiana inicia con una ilustración en
blanco y negro de página completa llamada “Bachué y el primer ser humano en el
páramo de Iguaque” y realizada por Luis Carlos Barragán. Llama la atención que
no haya referencia de ella en el índice y que su formato incluya el título de
la revista y el número actual. Es como si se tratase de una alternativa de
portada que fue desechada para en cambio utilizar la mujer jaguar de Fede Marín,
¿un homenaje sureño a la jungla amazónica colombiana? No juzgo las razones de
no utilizar la ilustración de Barragán como portada porque el tema es de la
mitología precolombina, más adecuada para una publicación del género fantástico
que para una revista de ciencia ficción. En cambio, la mujer jaguar de Marín
podría ser un humano modificado, una quimera creada por ingeniería genética o
un espécimen de jaguar aumentado para hacerlo más antropomórfico.
El Conciliador
En la página 31 encontramos el artículo del bogotano Felipe
López presentado como “dossier” y con el título “El Futuro del Porvenir”, una
evidente referencia a la antología publicada en el 2000 por René Rebetez. Es un
artículo correcto y bastante completo para el corto espacio disponible. Además,
denota la amable naturaleza de Felipe, cuya intención nunca es herir o atacar a
nadie. Es generoso con el quijotesco esfuerzo de Editorial Laguna de
desenterrar la prehistoria de la ciencia ficción colombiana, describiendo con
benevolencia los tres textos. Yo, personalmente, considero un bodrio impotable la
“triste aventura de catorce sabios” de José Félix Fuenmayor y pienso que José Antonio
Osorio Lizarazo hizo bien al dedicarse al periodismo y la crónica en lugar de
seguir incursionando en la ciencia ficción.
No deja por fuera ni la vieja guardia del siglo veinte, a Rebetez,
a Mora Vélez y a Campo Ricardo Burgos, ni a los advenedizos, Germán Espinosa,
Jaime Restrepo Cuartas, Julio César Londoño y Luis Noriega, que coquetean desde
el mainstream con las ideas y técnicas del género. Incluso menciona a los
inubicables Luis Cermeño y Andrés Felipe Escovar y también el corto periplo de
Cosmocápsula que, al final, por falta de propuestas de autores colombianos, terminó
siendo más latinoamericana que otra cosa.
Tiene todo el derecho de mencionar su aporte personal, junto
con Ángelica Caballero, a través de los concursos y publicaciones del sello
editorial Mirabilia de Lecturas, por los cuales supimos que existía, por
ejemplo, nada menos que una Laura Rodríguez Leiva.
Cierra resaltando el 2017, cuando Luis Barragán, Diana
Catalina Hernández y Andrea Salgado publicaron sendas primeras novelas y Rodrigo
Bastidas lideró la publicación de la nueva antología “Relojes que no Marcan la
Misma Hora” y “Cronómetros para el Fin de los Tiempos” en la cual tuvo el
amable gesto de incluir un cuento mío.
Felipe, el conciliador, nos recuerda a todos que estamos montados
en el mismo barco y que es un enorme lastre perpetuar la rivalidad entre los de
ahora y los de antes, un cisma sin sentido que ha tenido silenciosas batallas,
incluso en las páginas de la Wikipedia.
Barbie recargada
Luis Carlos Barragan ilustra en la página 37 el maravilloso
cuento “Karen” de Laura Rodríguez Leiva. ¡Par de monstruos de artistas estos! Si
aún no han leído el cuento, paren de leer este artículo (lo pueden encontrar
acá), vale mucho la pena. Tranquilos,
que acá los espero.
Una versión virtual de la muñeca Barbie se va poco a poco
acomodando en la vida de su propietaria. “Karen” está narrada con gusto por
alguien que sabe del oficio. Una excelente elección para representar a la
ciencia ficción colombiana escrita por mujeres. ¿Qué digo? Para representar a
la ficción, sea o no ciencia ficción, sea o no de mujeres, sea del país que
sea. Una joya que tuve el placer de conocer hace varios años gracias a una
amable recomendación del argentino Luis Pestarini a Felipe López de
considerarme como jurado en uno de sus concursos de Mirabilia.
Dos Tercios
La primera vez que tuve la oportunidad de leer el
emblemático cuento “El Asunto García” del one-hit-wonder
Orlando Mejía Rivera fue en la antología “Cuentos de Ciencia Ficción” publicada
con ocasión del concurso “Bogotá, una ciudad que sueña – 1997”. Mejía Rivera
ganó el tercer puesto en este concurso con un cuento de historia alternativa
cuyo principal mérito es la gran idea de la que trata. Es de esas ideas tipo
¿por qué no se me ocurrió a mí?
Mejía Rivera retoma el episodio más importante en la
historia de Colombia del siglo veinte, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en
1948, aprovechando que coincidencialmente un joven Gabriel García Márquez se
encontraba en Bogotá en esos momentos.
“El Asunto García” es un relato segmentado en tres cuerpos:
El primero son anotaciones del diario de García Márquez realizadas en febrero
de 1948 sobre la extraña visión de un fauno vestido de levita negra al que se
encontró en el tranvía que había tomado en la Plaza de Bolívar; el segundo es
una nota periodística del 10 de abril, y el tercero es un informe de un
sargento Marín a “mi teniente Murillo” del 15 de abril. Tres tercios, tres
voces y tres tonos bien diferenciados.
Haciendo hoy una relectura del relato, que la revista
incluye a partir de la página 43, me ha dejado con tres sabores distintos,
distintos niveles de logro que me hacen pensar en un mundo alternativo en el
que Mejía Rivera hubiera tenido el buen juicio de desechar la primera sección y
presentar al público lector solo los otros dos tercios. ¿Hubiera tal vez ganado
el primer premio en el concurso?
Porque la primera parte es una osada tentativa de imitar el
virtuosismo en la escritura de nuestro premio Nobel, intento del que queda
claro que Orlando no es Gabriel, pero sí que ha leído algo de mitología griega.
Me sobraría, por cierto, lo del fauno, de no ser porque ha inspirado en esta
revista una muy bien lograda ilustración de Solmi Angarita, artista colombiana
radicada en Lima.
La Otra Mujer
Incluir cinco cuentos de autores colombianos con la
intención de ser balanceado e inclusivo implica la necesidad de que al menos
dos de ellos, ojalá más, sean mujeres. La elegida para acompañar a Laura
Rodríguez en la representación femenina ha sido, en esta ocasión, Linda Castro
Alfonso y nos la encontramos en la página 48.
El cuento de Linda Castro es “La Partícula de Dios”, una obra
ambiciosa que intenta evocar ese Sense-of-Wonder
al estilo de algunos relatos de Arthur C. Clarke planteando una especie de
acertijo con una multiplicidad de elementos, algunos de ellos bastante exóticos:
un templo que es una línea vertical infinita que une la tierra con el cielo
pero que a la vez es un objeto físico creado por código informático y hace
parte de una enorme máquina de movimiento perpetuo impulsada por el lenguaje y
distribuida por el universo; máquinas del tamaño de planetas, como en “La Guía
del Autostopista Galáctico” de Adams o “A vuestros cuerpos dispersos” de
Farmer; las dificultades experimentales de medir el tiempo y el espacio; un
árbol que se nutre de las sombras, una biblioteca subterránea gigantesca y una
oscura referencia a ciertas direcciones URL. La tal partícula de Dios no tiene
nada qué ver con el Bosón de Higgs sino que parece ser una letra relevante en
esa exótica biblioteca y para más datos, encriptada. Adereza todo esto con
connotaciones religiosas, saludos al panteísmo y al cristianismo, y muchas
emociones, lágrimas de felicidad, incluso.
Es un relato bastante ambicioso, pero la ejecución se queda corta
respecto a la intención, al tratar de articular tantos elementos distintos en
un solo lugar. Le falta poda y trabajo, pero puede que después de algunas revisiones
salga algo bueno de allí.
Linda demostró ser capaz de escribir un buen cuento con su
aporte al segundo tomo de la Antología de Ciencia Ficción Colombiana,
“Cronómetros para el fin de los tiempos”. Su cuento, “Tempo”, es mucho más
moderado en la cantidad de temas que aborda y bastante mejor logrado.
No es el arma de
Chéjov
El Arma de Chéjov (
Chejov’s Gun),
dice la Wikipedia, es un principio dramático que estableció el famoso autor
según el cual nada debe sobrar en una narración. “Si dijiste en el primer
capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este
debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber
sido puesto ahí”. Un criterio muy útil sobre todo en el cuento, que según los
que saben debe ganar por
knock out.
El artista bogotano Nicolás Parra ilustra en la página 56 una
escena fundamental del cuento “BRT” de Luis Carlos Barragán, en la cual el
protagonista sostiene en su mano una extraña esfera que luego entendemos es lo
que le da su nombre al relato. La bomba de regresión tecnológica (BRT) es un
artefacto que al explotar hará desaparecer cualquier desarrollo tecnológico que
se encuentre a cierta distancia, un radio más o menos del tamaño de un planeta.
Obviamente conociendo a Luis Carlos como lo conocemos, y aunque ansiamos como
lectores que el protagonista sea sensato y no active semejante arma, no nos
encontramos acá con el “Arma de Chéjov”.
Da gusto, como siempre, caer en las redes de Luis Carlos
quien, poco a poco, te va envolviendo en su trama y en sus personajes
tridimensionales y de carne y hueso. Ciencia ficción de la buena, sin duda. Sin
embargo, debo confesar que uno de los personajes, el antagonista costeño, no me
convenció del todo.
¿Al fin somos una
familia?
En la página 64 encontramos el último relato de la revista
escrito por un autor colombiano: “Dejad que los Niños Vengan a Mí” del bogotano
Juan Alberto Conde. Felicito a los editores por tomar la decisión de ubicar la
ilustración del mismo, realizada por Luis Carlos Barragán, en la página 71,
después del final del cuento. De esa manera no se revela el asunto del que
trata el relato y se garantiza una buena sorpresa al lector, cosa que no puedo
garantizar acá, así que quedan avisados.
[ACÁ EMPIEZAN LOS SPOILERS]
No había leído antes nada escrito por Juan Alberto Conde y lo
que aquí me encuentro me deja un poco desilusionado. La idea de adoptar a un
niño zombi no es la primera vez que se explora. Me llega a la memoria la
excelente novela “The Girl with All the Gifts” de M. R. Carey, traducida al
castellano como “Melanie: Una novela de zombis” y “Raising Stony Mayhall” de
Daryl Gregory que no entiendo por qué no ha sido traducida (que yo sepa). En
ambos casos se da un giro interesante al mito del zombi que creó Romero para explorar
la humanidad que sobrevive en estos seres, logrando que el lector empatice
plenamente con los niños zombis.
No puedo hablar de empatía en relación con el cuento de
Conde. Ni siquiera puedo empatizar con los seres humanos que lo habitan, ni con
el narrador, ni con su esposa, ni con los demás adultos que asisten a esta
fiesta de niños. Yo tengo represado un cuento corto sobre superhéroes cuyo
principal problema es que tiene demasiados personajes y el lector se confunde
con tanta información. Con el cuento de Conde me sucede lo mismo, hay una
multitud de papás, mamás y niños cuyos nombres son simples etiquetas y que se
desarrollan tan poco como personajes que en el momento de la carnicería no me
molesta que se los coman vivos. El narrador y su esposa, por su parte, sí están
un poco más desarrollados (más él que ella, realmente, que es una especie de
mujer espejo) pero no generaron en mí empatía alguna. Al contrario, los oscuros
referentes literarios y de género me distanciaron totalmente del narrador. Por
otro lado, cuando me habían convencido de que como pareja habían tomado una
decisión madura y razonable de no tener niños, de la nada surge una decisión de
adoptar uno con una discapacidad tan profunda que no veo a este par con la idoneidad
o el compromiso de sostenerse en semejante empresa.
¿Al fin somos una familia? ¿Al fin? No les vi ni las ganas
ni el compromiso, por lo que no entiendo de qué viene la cosa.
El resto es austral
Como creo ya lo he dicho varias veces, para ser un especial
de ciencia ficción colombiana esta revista tiene mucho contenido de autores
argentinos.
“Sueña que le dice”, de Juan Manuel Valitutti, es una
historia de aventuras para pre-adolescentes muy embebido en el sabor del lenguaje
local del sur del continente. Eso me genera un extrañamiento no de los buenos y
por ello no me atrapa. Hay imaginación, sí. La ilustración de Didiher (Débora
Holsinger) en tono de caricatura infantil le hace buen eco al cuento. “Sesenta años de historieta argentina de ciencia ficción (4)”
es parte de un trabajo enciclopédico serio e interesante que me antoja buscar
las otras ediciones para completar su lectura. Pulgares arriba para Grendel
Bellarousse (Gabriel Reynoso). La historieta “La respuesta”, escrita por Laura Ponce y
dibujada por Grendel Bellarousse es una joyita del baby gore (genero recién
nacidito). Las reseñas de “Pórtico 10 y 11 de Noviembre” y el “1er
Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción” son
interesantes y necesarias. Bien por Laura Ponce. “Tentáculos en AK42”, una caricatura de Chole (Soledad
Romano), es un toque de humor dirigido a un demográfico al que no pertenezco.
En resumen
Me quedó faltando. No están todos los que son, entiendo que
no cabían, pero mi nombre es legión y habrá otros espacios en los que sigamos
siendo muchos.