domingo, 26 de septiembre de 2010

Nuestra Señora de los Donores (3)

Esta es la tercera entrega, para ver la primera hagan click aquí y para la segunda aquí.

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Todos en mi familia somos donores. Todos excepto Benjamín, el menor, que fue rechazado al nacer. Porque él fue rechazado hoy está muerta mamá. Porque ella estaba muerta decidí salir del valle. Y porque salí del valle…

Todo porque nació Benjamín.

Justo después del parto le hicieron los mismos exámenes que nos hicieron a todos nosotros. Pero él no pasó la prueba, no era un donante universal. Por eso no le tatuaron la marca que llevamos todos los demás:

Property of
Universal
DONOR
Incorporated

La palabra “DONOR” está escrita en letra grande, el resto de la frase apenas si se alcanza a leer. Por eso nos llaman donores: los donantes universales. Todos nuestros órganos, cualquier parte de nuestro cuerpo es, por así decirlo, Plug and Play. Cualquier persona puede recibir el transplante, sin riesgo alguno de rechazo, sin drogas ni tratamiento alguno: Plug and Play.

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Después de que compran los exvotos en las tiendas, los peregrinos tienen que pasar a la oficina de registros de la Compañía. Allí diligencian sus solicitudes y deben hacer un depósito dependiendo del tipo de órgano y de la edad del solicitante. Se reciben todas las tarjetas, Visa, Mastercard, American Express. Sólo después de aprobado el crédito marcan el exvoto con un código y le ponen el precio. Apenas una cuarta parte de eso le corresponde a la familia, el resto es para la Compañía.

Mi hermano Braulio trabajaba en esa oficina hasta que pasó lo de la trombosis, pero no era por necesidad. Los donores no tenemos que trabajar, nuestro trabajo es ser donores.

Sólo cuando los exvotos están marcados entran los peregrinos a la catedral. Todas las tardes, casi hasta que se pone el sol, hay filas de ellos. Adentro, la misma música pregrabada, la misma oscuridad, las velas encendidas.

Los peregrinos cuelgan entonces los exvotos en las paredes de la capilla. Algunos los adornan con cintas o con flores secas, otros incluso rezan algo antes de retirarse.

Al otro día, desde la madrugada, entran las mamás a la catedral, algunas solas, otras con uno o dos niños, la mayoría están embarazadas. A las mamás les corresponde administrar las cuotas de la familia, como cabezas de hogar.

Los peregrinos nunca se enteran quién recoge su exvoto.

Los donores nunca sabemos quién lo colgó.

-∞-

El día en que nació Benjamín, yo acababa de cumplir trece años y mamá tenía cuarenta y cuatro.

Después de los cuarenta es cuando empiezan a nacer los rechazados. Todos lo sabíamos, así que de alguna manera lo estábamos esperando. Durante los últimos cuatro embarazos estuvimos pendientes. Unos en el centro de salud y los otros llamando de tanto en tanto a averiguar noticias. Sin embargo, las tres niñas salieron todas con su marca de “DONOR”, y también los mellizos.

Yo estaba ese día en la sala de espera con tres de mis hermanas mayores. Ellas rezaban murmurando para sí mismas. En lugar de rezar, yo miraba un partido de fútbol en el televisor. Hacía mucho calor y el único ventilador estaba malo. También estaban los mellizos, por alguna razón no había con quién dejarlos en casa. Ellos protestaban de vez en cuando, pero ya no había más ropa que quitarles.

“Acompañantes de la señora Dolores Pérez.” La voz apenas si se entendía en el parlante.
No nos hicieron pasar al pabellón de recién nacidos sino a una oficina pequeña donde había instalado un aparato de aire acondicionado. Era más el ruido que hacía que lo que refrescaba.

Uno de los mellizos empezó a llorar. Mi hermana lo tomó en sus brazos intentando tranquilizarlo.

No nos atendió una enfermera sino un señor de corbata con escarapela de la Compañía. De inmediato comprendimos que las noticias no eran buenas.

El señor, incómodo con el llanto, trataba de explicar, “esas cosas suceden, lamentablemente, aunque la Compañía toma todas las precauciones a su alcance para evitarlo. Por eso nunca se utiliza la concepción natural. Hay demasiadas variables fuera de control. En cambio, para cada óvulo se selecciona siempre la muestra de esperma más adecuada: aquélla que arroja la mayor cifra de probabilidad de éxito para el proceso.”

Si el bebé donor hubiera nacido muerto, no habría sido tan mala noticia. Hay buena demanda para los órganos de recién nacidos. La Compañía puede aprovechar hasta el último hueso. Y si la familia está con suerte y los órganos están al alza en el mercado internacional, incluso hay bono adicional.

Bueno, hay luto por el bebé muerto y todo. Pero mala noticia no es.

“Por supuesto,” continuó el señor, “las muestras de esperma son producidas exclusivamente a partir de células madres importadas. Sólo manteniendo los más altos estándares de calidad podemos garantizar que nuestro país siga siendo líder en Latinoamérica en este importante renglón de exportación. Ustedes me entienden”.

No, la verdad nos perdimos en la parte del renglón. Pero ninguno de nosotros quiso interrumpirlo. Ninguno excepto el bebé, que seguía llorando a todo pulmón, y su hermano, que había decidido unirse a la protesta.

“Sin embargo, en algunos casos, suceden accidentes como éste.” Seguía hablando, evidentemente irritado por el ruido. “La condición de donante universal corresponde a una combinación muy precisa de varios cientos de genes, cuya patente pertenece obviamente a la Compañía. Basta con una sola desviación en toda la secuencia y tenemos, como acá, un individuo cuyos órganos serían rechazados en caso de un transplante. Es una situación inaceptable desde todo punto de vista. ¿Pueden callar a esos bebés?” Mis hermanas en verdad lo intentaron, pero los mellizos no querían parar de llorar.

Los niños rechazados son un problema para la familia. Una carga. Como no sirven para transplantes, no tienen una renta asignada. Todos tenemos que sacar una parte de lo que nos corresponde por derecho para poderlos sostener.

“Técnicamente es un incumplimiento contractual,” continuó el señor, “de manera que la parte afectada, para el caso, la Compañía, está en todo su derecho de cancelarlo de manera inmediata e invocar la cláusula de garantías.” Mis hermanas lo miraban con cara de perdidas, no entendían nada. Ni yo tampoco. Los gritos de mis hermanitos no me dejaban pensar.

“Así que vamos a hacer efectivas las pólizas. Eso cubrirá los gastos en que ha incurrido la Compañía hasta el momento”. Concluyó. “Un representante de la aseguradora los contactará para acordar la forma como ustedes pagarán la deuda resultante.”

No sólo teníamos que mantener a ese niño sino que quedábamos debiendo quién sabe cuántos millones. Y encima los mellizos no paraban de llorar.

Entonces me sonó el celular.

Era Lucía.

-∞-

(continuará)

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