lunes, 15 de junio de 2009

Gattaca


A principios de marzo de este año apareció este titular en periódicos nacionales e internacionales: “'Bebés a la carta' podrían ser posibles en E.U. el próximo año.”

No se trataba de un escándalo sobre exótica gastronomía antropofágica. La clínica LA Fertility Institute, en California, estaba ofreciendo a sus clientes la oportunidad adicional de concebir hijos con rasgos estéticos específicos, como el color de los ojos o del cabello.

La técnica de Diagnóstico Genético de Preimplantación –DGP- viene siendo utilizada desde hace 17 años para prevenir graves enfermedades hereditarias y consiste en seleccionar para la gestación los embriones libres de los genes causantes de las características indeseadas, todo por un costo aproximado de 18 mil dólares.

La normatividad europea sólo permite aplicar esta técnica por motivos de salud, pero en los Estados Unidos no existe esta restricción:el LA Fertility Institute ofrece desde hace tiempo el servicio de selección del sexo de los bebés, con un 100% de probabilidad de éxito gracias al DGP.

No había alcanzado a llegar la noticia a los diarios colombianos, cuando la clínica LA Fertility Institute ya estaba publicando un comunicado en su página web anunciando la suspensión del servicio de elección de características estéticas en los futuros bebés. Indicaba que “permanecía atenta a la opinión pública” y que consideraba que los beneficios del servicio no superaban “el aparente impacto social negativo que provocaba”.

Muchos consideran que fue sólo una estrategia publicitaria pues “nadie es capaz de hacer eso en este momento”, simplemente porque todavía no es técnicamente factible. El doctor Arthur Caplan, director del centro de bioética de la Universidad de Pensilvania, comentó en una entrevista que el conocimiento para seleccionar rasgos estéticos como el color de los ojos o del cabello no estará disponible al menos en un par de años.

Bueno, “en un par de años” está a la vuelta de la esquina. ¿estaremos preparados entonces para tomar las decisiones correctas?

El tema suscitó reacciones de las más diversas fuentes. En particular, llamó mi atención el comentario de Mayte Ciriza, autora de “Que quede entre nosotros”. A ella este asunto de los bebés a la carta le recordó de inmediato a “Un Mundo Feliz” (la novela de Aldous Huxley publicada en 1932) donde todos los seres humanos son fabricados, previamente programados para encajar en su nicho predestinado.

En la novela de Huxley, es un mundo feliz porque es un mundo perfecto. Se llega a la felicidad por la perfección, que es lo que se pretende con esta técnica anunciada esta semana: tener hijos perfectos. ¡Qué miedo me da esto! Convivir con la imperfección forma parte de la aventura de la vida. Es todo un aprendizaje, un reto personal, que nos ayuda a superarnos, a ser mejores personas, que nos humaniza. No se trata de tener bebés modelo, como si fuera un producto más de consumo que eliges. Porque, además, será un nuevo motivo de exclusión social: los que puedan pagarlo y los que no. Hay un trasfondo muy peligroso también: se empieza eligiendo el aspecto físico de la criatura y se termina programando superdotados genéticos. ¿No era esto lo que pretendían los nazis?

Mayte Ciriza, Artículo “Un Mundo Feliz” en el blog “Que quede entre nosotros”, marzo 11 de 2009

Tienen sentido los argumentos de la licenciada Ciriza. Si bien es positiva la biomedicina con fines terapéuticos o para evitar enfermedades degenerativas, algo muy distinto es utilizar estas herramientas para satisfacer el capricho de padres acaudalados, convirtiendo a los bebés en mercancías o productos de diseño.

Incluso para los casos en los cuales se pretende evitar una enfermedad hereditaria encuentro argumentos que siembran la duda sobre la conveniencia de su aplicación.

Supongamos el caso de la esclerosis lateral amiotrófica.

Hoy en día se desconoce la causa de esta enfermedad degenerativa neuromuscular, cuyos síntomas son una parálisis lentamente progresiva que se acompaña de movimientos reflejos descontrolados. Los pacientes mueren asfixiados, cuando finalmente se paraliza el diafragma y otros músculos responsables de la respiración.

Si las investigaciones concluyen que ésta es una enfermedad hereditaria, eventualmente se podría identificar el gen o conjunto de genes responsables y sería posible utilizar el DGP para evitar el nacimiento de niños afectados por este mal.

De haber contado en los años 40s con esa tecnología, tal vez no habría nacido el físico teórico británico Stephen Hawking. Este es sólo uno de muchos ejemplos.


Pero no fue “Un Mundo Feliz” de Huxley lo primero que me vino a la cabeza al leer la noticia de la clínica de fertilidad. Fue la película “Gattaca”, 1997, la elegante pesadilla Art Deco protagonizada por Ethan Hawke , Uma Thurman y Jude Law.

La cinta describe una sociedad donde la eugenesia es una práctica común. Todos los niños son seleccionados mediante el Diagnóstico Genético de Preimplantación para asegurar que estén libres de cualquier enfermedad genética y posean las mejores características hereditarias de sus padres. El título de esta película está construido con las iniciales de las bases con las cuales está escrito el código genético en el ADN (Adenina, Guanina, Citosina y Timina), un lenguaje del que apenas se comenzaba a tener noticia en los tiempos de Huxley.

“Gattaca” fue escrita y dirigida por el neozelandés Andrew Niccol, el mismo al que le debemos la cinta “S1m0ne”, 2002, sobre una inteligencia artificial con la imagen de la supermodelo canadiense Rachel Roberts (hoy su esposa) y el guión del ambicioso mega-reality “El Show de Truman”, 1998, que nos demostró que Jim Carrey sabía hacer algo diferente a cómicas muecas. Sin confirmar, Niccol sería el guionista de la nueva versión de “Un Mundo Feliz” dirigida por Ridley Scott, sin embargo, parece ser que Scott estaría aplazando el proyecto para realizar una adaptación de la novela de ciencia ficción “The Forever War”, 1974, de Joe Haldeman.

La banda sonora de “Gattaca” es obra del compositor inglés Michael Nyman y la dirección artística del holandés Jan Roefls, quienes ya habían trabajado juntos en 1989 en la espléndida pero perturbadora “El Cocinero, el Ladrón, su Mujer y su Amante”, donde vimos a una joven y elegantísima Hellen Mirren vengar gastronómicamente la muerte de su amante a manos de su brutal esposo. Jan Roefls fue nominado a un Oscar de la Academia por el inmaculado aspecto retro futurista que le impartió a “Gattaca”.

En esta película, los seres humanos no son procreados sino fabricados mediante una cuidadosa selección genética de los mejores rasgos físicos e intelectuales, un proceso que ofrece literalmente “bebés a la carta”. La tecnología permite también eliminar defectos cardíacos congénitos y otras características negativas como la propensión al alcoholismo o a la depresión.

A los pocos bebés que son concebidos de la manera tradicional se les denomina “hijos de Dios” o “In-válidos” y son discriminados por su condición genética. Se ha establecido una nueva escala social y segregación científica basadas en los genes. Sólo los válidos pueden aspirar a las responsabilidades más importantes, mientras los in-válidos son relegados a labores sin importancia debido a su imperfección.

Éste el caso de Vincent, el personaje interpretado por Ethan Hawke, un in-válido cuyo sueño ha sido desde siempre participar en el programa espacial que ya está colonizando las lunas de Saturno. Ese sueño es un imposible debido a su genética imperfecta, a menos que logre engañar al sistema, haciéndose pasar por otra persona, tarea nada fácil en un mundo donde los documentos de identidad han sido sustituidos por el código genético.

Vincent fue concebido de la manera tradicional, en el asiento trasero del Buick Riviera de su padre. Relegado a una casta inferior, está predestinado genéticamente a ser un simple obrero. Para poder cumplir su sueño, compra la identidad de un humano perfecto, un válido, en el mercado negro, pero es su voluntad de hierro la que en definitiva lo impulsa en el camino hacia las estrellas.


Pere Gallardo-Torrano, en su ensayo de 2007 “The Body as Utopia: Gattaca by Andrew Niccol (1997)”, ve en la decisión de Vincent de engañar al sistema un reto vital que intenta demostrar la inviabilidad de la organización social basada en la segregación entre aquellos “científicamente puros” y aquellos “imperfectamente humanos”.

Hay elementos comunes entre “Gattaca” y “Un Mundo Feliz” de Huxley. La división entre válidos e in-válidos se le antoja a Gallardo-Torrano directamente inspirada en la clasificación de castas de Huxley (Alfas, Betas, Gammas y Epsilones). En la película, la vida se ha estandarizado y los individuos desarrollan sus actividades dentro de su nicho asignado. Aunque no hay signos de rebelión colectiva o malestar social, existe aún la criminalidad (todavía existe una fuerza policial, hay asesinatos e incluso informantes). El nuevo esquema ha logrado una aparente felicidad colectiva, pero la felicidad individual está lejos de ser universal.

En “Un Mundo Feliz” la segregación es posible haciendo que el individuo acepte complacido su lugar en el mundo, a través de un riguroso proceso de acondicionamiento desde la más temprana infancia, apoyado en técnicas como la hipnopedia y procedimientos Pavlovianos.

“..visten de verde –decía una voz suave, pero clara, comenzando por la mitad de la frase- y los niños Deltas, de caqui. No, no, no quiero jugar con los niños Deltas. Y los Epsilones son aún peores. Son demasiado tontos para aprender a leer y escribir. Además, van de negro, que es un color antipático. ¡Cuán contento estoy de ser un Beta!”

Hubo una pausa; continuó la voz:

“Los niños Alfas van de gris. Trabajan mucho más que nosotros porque son prodigiosamente inteligentes. La verdad es que estoy muy satisfecho de ser un Beta, pues no tengo un trabajo tan pesado. Y, además, somos mucho mejores que los Gammas y los Deltas. Los Gammas son unos tontos. Visten de verde. Y los niños Deltas, de caqui. No, no, no quiero jugar con los niños Deltas. Y los Epsilones son aún peores. Son demasiado tontos para aprender...”

Aldous Huxley, “Un Mundo Feliz”, 1932 (traducción de Luys Santa Marina)

Mientras en la novela de Huxley la paz social se logra mediante el determinismo prenatal y el acondicionamiento en la infancia, en “Gattaca” la paz social parece ser vagamente universal, con la excepción de los pocos in-válidos remanentes. La universalización del sistema llegará con la extinción de los in-válidos: La perfección hipotética de los individuos llevará eventualmente a la perfección de la sociedad.

Contrario a lo que sucede en “Un Mundo Feliz”, no se presta atención a la “felicidad” psicológica de los individuos, no hay acondicionamiento hipnopédico o alguna droga apaciguante como el “soma” de Huxley, pues se asume que la infelicidad es consecuencia de las limitaciones de un cuerpo todavía imperfecto.

Aún si esta llamada perfección fuese un fin último deseable más allá de toda duda razonable, el vehículo para llegar hasta allá transita necesariamente el camino de la discriminación. La tecnología es bastante costosa, el DGP está hoy disponible sólo para los que puedan pagar por él.

Marcy Darnovsky, directora ejecutiva asociada del Centro para la Genética y la Sociedad (CGS) en Oakland, California, fue entrevistada por la Wired Magazine en marzo pasado en relación con el debate generado por el LA Fertility Institute. Para ella es ingenuo pensar que la nueva tecnología estará disponible para todos, sabiendo que hoy en día ni siquiera podemos garantizar la vacunación universal. “Las cuentas simplemente no dan”. Así como los privilegios se acumulan para los privilegiados, igual sucederá con los niños genéticamente modificados de las élites existentes.

Este escenario me recuerda el mundo futuro imaginado por H.G. Wells en “La Máquina del Tiempo”, 1895, donde el protagonista descubre que la estructura social de su época evolucionará hasta producir dos especies distintas: las clases privilegiadas se convertirán en los elegantes pero infantiles “Eloi” de la superficie y de la clase obrera surgirán los pálidos y simiescos “Morlock”, habitantes de las profundidades.

Incluso los actuales Transhumanistas, defensores de la intervención genética, admiten que se podría desarrollar una segregación. Así como las comunidades Amish rechazan hoy ciertos avances tecnológicos, algunos transhumanistas prevén comunidades “Humanish”, que rechazarán todas las tecnologías de mejoramiento del ser humano y convivirán con una mayoría genéticamente modificada.

No tenemos que ir muy lejos: en la Alemania actual, todos los niños son sometidos a un examen de aptitudes al terminar su educación primaria, el resultado de este examen definirá en cual de las categorías establecidas continuarán su educación secundaria: Al Gymnasium asisten los alumnos más aventajados, quienes podrán posteriormente asistir a la universidad; la Realschule es para los estudiantes intermedios; y la Hauptschule tiene énfasis en la educación vocacional y está destinada a los estudiantes que no logran obtener buenos resultados en sus exámenes.

Esto no es ciencia ficción, niños de apenas doce años ya tienen perfectamente definido que no podrán aspirar a ser científicos, médicos o abogados, sino que tendrán que conformarse con ser albañiles o artesanos. Supe que la forma como esta prueba define el destino de los individuos cuando todavía son unos niños es causa de problemas recurrentes de desadaptacion y frustración.

No pretendo abrir una polémica abogando por un sistema como el de nuestro país donde, con contadas excepciones, las mejores oportunidades de educación y desarrollo están reservadas para los económicamente privilegiados. Simplemente, debemos tener claro que incluso un sistema basado en la medición científica de las habilidades y potencialidades no garantiza la satisfacción de cada individuo.

Sin embargo, Vincent no escoge destruir el sistema. Su actitud es mucho menos heroica. Se podría incluso decir que es mucho más egoísta: básicamente, quiere probarse a sí mismo que es lo suficientemente válido para hacer cualquier cosa de las que un individuo válido hace. Se podría argumentar que haciendo esto, y considerando la ayuda que obtiene de otras personas, el sistema está condenado y que implotará eventualmente. Desafortunadamente, su viaje a Titán es más bien un limitado intento de escapar de una realidad social que no le gusta. La película termina con un comentario aparentemente optimista:

“Venimos de las estrellas, eso dicen, ahora es tiempo de regresar. Si yo hubiese sido concebido hoy, no pasaría de las ocho células, y aún así, acá estoy. De alguna manera tenían razón, no tengo el corazón para este mundo. La pregunta es, ¿por qué tengo tantas dificultades para morir?”

Es poco probable que un grupo de “Gattacanos” bien entrenados admitan en su estructura a un elemento extraño, una vez descubran el fraude. Pero aún más descorazonadora es la noción de que los doctores pueden realmente tener razón y su vida puede terminar mucho antes de llegar a Titán. Entonces, si su utopía del cuerpo termina e, igualmente, la pseudo-utopía de “Gattaca”, ¿qué nos queda?

Posiblemente nada más –y nada menos- que la voluntad humana que lo llevó hasta ese lugar. No es tan mala perspectiva después de todo.

Pere Gallardo-Torrano, “The Body as Utopia: Gattaca by Andrew Niccol (1997)”, 2007

2 comentarios:

  1. Excelente articulo. Nunca habvia considerado las implicaciones de desigualdad social que tales manipulaciones geneticas generarian. Te felicito por el trabajo, son evidentes la dedicacion y la investigacion que le has puesto

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  2. El artículo no sólo está muy bien organizado sino bien argumentado. El problema es que al final toda nueva tecnología trae su propia forma de exclusión y toda forma de exclusión adquiere un cariz y una consecuencia económica. En cierto sentido, esas motivaciones nos han traído a nuestro actual punto de evolución, con lo bueno y lo malo que tiene. Cuando una tribu aprendió a labrar el hierro, sin duda los que sabían tallar la piedra lo vieron como una amenaza excluyente... lo que definitivamente ocurrió cuando los primeros masacraron a los segundos. En nuestros tiempos, cosas que usamos como un "valor evidente" como el acceso y entendimiente de Internet ahondan la brecha social. En general, todos los cambios tienen su lado oscuro pero toca dejarlos asentarse bastante para ver cuál es su saldo total

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